Es uruguayo y se formó Buenos Aires. Donó un proyecto cuyo valor es millonario. Sus creaciones están por todo el mundo.
Brillante es la palabra que define a Rafael Viñoly, ciudadano uruguayo y arquitecto argentino que triunfa en el mundo. Hijo de una profesora de matemáticas y un reconocido director de cine uruguayos, en los setenta, el joven Rafael ya era conocido como un prodigio de la arquitectura.
En 1978 abandonó el país hacia los Estados Unidos con 34 años. Iba de la mano de inversores locales, con un portfolio en el que figuraban obras resonantes que había concretado con el que todavía es un de los estudios más importantes de Buenos Aires MSGSSSV. El anexo del Congreso Nacional, el edificio de ATC (hoy Canal 7) o la torre de la Unión Industrial en Catalinas Norte eran apenas algunos de sus logros. Las inversiones no llegaron y tardó 5 años en abrir su propia oficina en Nueva York. Recién entonces, los encargos empezaron a crecer en tamaño e importancia.
Sin dudas, 1989 fue el año de su gran salto, cuando ganó el concurso internacional para diseñar el Tokyo International Forum, un edificio que ya cumplió más de 20 años y todavía es considerado el centro cultural más importante de Japón.
Pero seguiría en ascenso vertiginoso. En 2003, lideró uno de los pocos estudios que participaron en el concurso para reconstruir el Ground Zero de Manhattan. Después de una peleada compulsa con los más importantes arquitectos del mundo, el proyecto de Viñoly quedó finalista con el del polaco estadounidense Daniel Libeskind. Se avecinaba una gran final.
Libeskind proponía utilizar los cimientos que sobrevivieron al derrumbe de las Torres Gemelas como memorial, y construir una torre de 1.775 pies de altura (una referencia explícita al año de la Independencia de los Estados Unidos). Viñoly, por su parte, planeaba construir un enrejado metálico de 500 metros de altura con instalaciones educativas y culturales dedicadas las víctimas del atentado.
Pero no era un momento para el fair play, al mismo tiempo que se realizaba la final, se desplegó una campaña sucia en la que Viñoly era acusado de haber colaborado con la Dictadura argentina por los edificios que realizó para el Mundial 78. Perdió, pero eso no lo detuvo.
En los siguientes años concretó obras paradigmáticas como la torre “432 Park Avenue”, un rascacielos extremadamente esbelto y lujoso que es el más alto de Nueva York, medido por la altura de su azotea (muchos otros edificios usan antenas para romper récords). En Londres, concretó la torre “Fenchurch 20” con 160 metros de altura y 36 pisos, que se distingue por ser más ancho arriba que abajo y por su forma alabeada que se ganó el mote de “Walkie-Talkie”. Edificios, centros culturales y musicales como la sala de jazz del Lincoln Center o el sorprendente Kimmel Center de Filadelfia son algunas de sus creaciones.
En estas costas, con obras que son más modestas, pero no menos singulares, se suman un edificio de departamentos en Av. Casares y Gelly, la casa de Eduardo Costantini en Barrio Parque, el Museo Fortabat en Puerto Madero, la biblioteca de la Universidad de San Andrés en Victoria. En su Uruguay, concretó el puente circular de Laguna Garzón, el edificio Aqua en Punta del Este y un polémico proyecto de torres junto al tradicional Hotel de San Rafael, que todavía está por verse. Brillante en todo, Viñoly pasea su talento por el mundo, pero todavía espera más de estas tierras: acaba de abrir su oficina en Buenos Aires para atender toda América del Sur.
Fuente: https://www.clarin.com/