Ubicado sobre los acantilados de la zona sur de Mar del Plata, el Parador Ariston es la única obra del arquitecto húngaro Marcel Breuer en Latinoamérica, una verdadera joya que está abandonada desde 1993 y en estado ruinoso. Hace unas semanas, la Cámara de Diputados de la Nación sancionó una ley que podría salvarlo, se lo declaró Monumento Histórico Nacional. En realidad, la iniciativa de la senadora Marta Varela (Pro), que ya tenía media sanción de la Cámara Alta, espera la promulgación por parte del Poder Ejecutivo. Y después, un plan de restauración.
Marcel Breuer llegó al país en 1947 dispuesto dar un curso en la Facultad de Arquitectura de Buenos Aires y terminó diseñando el parador junto con los arquitectos argentinos Eduardo Catalano y Carlos Coire. Mar del Plata comenzaba a convertirse en un destino popular y recién se había pavimentado la Ruta 2. Que además, llegaba hasta Miramar, pasando por el complejo de Chapadmalal que empezaba a ser construido.
El arquitecto Breuer fue, primero alumno y después uno de los grandes maestros de la mítica Bauhaus, la escuela alemana de arte, arquitectura y diseño que revolucionó al mundo. Además, con el tiempo, concretó una producción sobresaliente que incluye al edificio de la Unesco en París y el Museo Whitney de Arte Americano de Nueva York entre otras joyas de la arquitectura moderna.
Para diseñar la Confitería Ariston, Breuer usó una idea que había madurado durante años: construyó un edificio elevado con forma de trébol de cuatro hojas que le permitía obtener la mayor superficie de ventanas posible aprovechando los bordes curvos. La construcción fue muy rápida y, aunque parezca mentira, fue pagada por la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires. Tal era el prestigio del húngaro en nuestra tierra.
Según el arquitecto Hugo Kliczkowski, impulsor junto al escritor y arquitecto Gustavo Nielsen de un salvataje y puesta en valor del edificio, el Parador respeta la mayoría de los postulados de Le Corbusier. Tiene planta libre, está apoyado sobre columnas para liberar la planta baja y grandes cerramientos y grandes ventanales horizontales.
El Parador tuvo su época de gloria en los 50. Hasta la década del 70 funcionaron confiterías de distintos tipos como la discoteca “Maryana”, el café “Bruma y Arena”. En 1990, funcionó la parrilla Perico y se introdujeron cambios letales para la obra original. Al punto que aquel trébol de cuatro hojas elevado quedo desfigurado. Hace unos años apareció un enigmático cartel que prometía la restauración del edificio y su transformación en un Centro Cultural. A partir de 1993 quedó abandonado y en estado de semidestrucción.
La ley próxima a sancionarse, evitaría su demolición pero no el progresivo deterioro natural que ya está en un punto crítico. Para revertir la situación ruinosa de una de las pocas joya de la arquitectura moderna en la argentina falta una acción decidida. El primer paso está dado, hay que seguir andando.
Fuente: Clarin