Hoteles que funcionan como hospitales y hospitales que podrían funcionar como locales de comidas rápidas. Los desafíos que plantea el avance del COVID – 19.
El aislamiento obligatorio anunciado anoche por el presidente Alberto Fernández tiene por finalidad frenar la velocidad de contagio del coronavirus; una cualidad que amenaza con provocar el colapso del sistema de salud de la Argentina. Además, se prevé la construcción de hospitales modulares de emergencia que estarán ubicados según el mapa de la pandemia, al tiempo que el GCBA negoció con dirigentes gremiales la utilización de hoteles sindicales para el alojamientos de pacientes con síntomas leves o personas a la espera de la confirmación del diagnóstico.
Esta práctica ya funciona en Europa y Estados Unidos. En California, por ejemplo, el famoso resort Asilomar, proyectado por la arquitecta Julia Morgan (la primera mujer en recibirse de la École de Beaux Arts de París, en 1902) es el hogar provisorio de decenas de pacientes. Entre 1913 y 1929 Morgan diseñó 16 edificios dentro del predio, 11 de los cuales se mantienen en perfectas condiciones. ¿Qué significa esto? Que tienen una ventilación natural adecuada, baño privado, sistemas de climatización individuales (no comparten cañerías con otras unidades) y superficies fáciles de limpiar, desde pisos sin alfombra hasta el mobiliario.
Especialistas sostienen que no se trata solo de una cuestión de control. Las habitaciones deben ser tan higiénicas como confortables, de modo de apuntalar el estado emocional de los pacientes.
Juliet Rogers, presidenta de Blue Cottage of CannonDesign, una firma dedicada al design thinking aplicado a la atención médica, sostiene que eventualmente los hospitales crearán nuevas instalaciones de evaluación y tratamiento similares a los autoservicios de comida rápida, en donde las personas podrían ser evaluadas sin tener siquiera que bajar de sus autos.
Sin llegar a ese pragmatismo extremo, el Centro Médico de la Universidad de California en San Francisco acaba de construir dos unidades temporales de atención rápida fuera de uno de sus hospitales, en donde los médicos pueden clasificar a los pacientes entre aquellos que tienen los síntomas del coronavirus y los que se acercan por la necesidad de aplacar su ansiedad. Este “triage”, como se llama en medicina, evita que los números de consultantes abrumen al sistema de salud porque, si bien muchos lugares pueden calificar como zonas de cuarentena, estos solo serán útiles si se sabe quién necesita estar aislado.
A su vez, el razonamiento de Rogers lleva a flexibilizar ciertas líneas de pensamiento; y Seattle es una de las ciudades que se ha puesto en marcha en este sentido, con un plan para cuidar de las personas en situación de calle. A tal fin, en un terreno prestado por una iglesia bautista y con el aporte del Low Income Housing Institute (Instituto de Viviendas de Bajos Ingresos), se construye una pequeña aldea con unidades de madera y comedor comunitario, que estará gestionada por miembros de la congregación religiosa.
En San Francisco, por su parte, otra ciudad con una considerable población de ciudadanos sin hogar y en riesgo de infección, las autoridades instalaron alrededor de 30 vehículos que son utilizados como viviendas de aislamiento para aquellos que no necesitan ser hospitalizados.
Ante un escenario mundial incierto, pero sobre el que se sabe que el aislamiento es la mejor arma contra el coronavirus, el diseño proyectual se mantiene alerta a la posibilidad de hacer su aporte.
Fuente: Clarin